En el corazón del pueblo se alzaba una antigua iglesia, un lugar lleno de leyendas, especialmente conocido por sus vidrieras. Sin embargo, uno de estos vitrales era peculiar e infundía miedo en los lugareños.
El cristal representaba a un payaso de pelo verde y la cara pintada de blanco. Su boca parecía desgarrada en los extremos, pintada vívidamente con lápiz labial rojo, y sostenía un cuchillo afilado en una mano. Cerca del borde del cristal, había un diseño que parecía cartuchos de dinamita.
Los lugareños no podían creer que este vitral fuera meramente decorativo. Según la tradición local, el payaso fue una vez una persona real involucrada en numerosos incidentes misteriosos dentro de la iglesia.
Una noche se produjo un incendio en el pueblo. Aunque se apagó rápidamente, quienes más tarde visitaron la iglesia presenciaron un espectáculo increíble: el payaso del vitral había desaparecido, reemplazado por vidrio transparente.
Después de esa noche, una serie de extraños incidentes azotaron la ciudad. La gente del pueblo susurraba entre ellos, temiendo que el legendario payaso se hubiera manifestado en la realidad.
Unos días después se produjo una explosión provocada por dinamita. Afortunadamente no hubo víctimas. Sin embargo, en el lugar de la explosión había mechones de cabello verde y un trozo de tela blanca con marcas de lápiz labial que se asemejaban a una boca rota.
Los lugareños corrieron a la iglesia una vez más, solo para descubrir que el payaso del vitral había regresado, luciendo más realista y aterrador que nunca.
Tomando esto como una advertencia, se dieron cuenta de que nunca podrían destruir ese vidrio. A partir de entonces, la iglesia fue cerrada y las vidrieras del payaso fueron cubiertas con cortinas para que no pudieran verse desde el exterior.
Sin embargo, hasta el día de hoy, cada vez que la gente del pueblo escucha una risa misteriosa en la oscuridad de la noche, temen que el payaso del vitral pueda estar en movimiento una vez más.